BARCELONA, 13 de junio. La situación del maltrato a personas mayores en la provincia de Barcelona ha alcanzado un alarmante total de 722 casos en lo que va de 2024, con un énfasis particular en la población más vulnerable de entre 80 y 84 años, que son quienes más frecuentemente experimentan este tipo de abusos. Notablemente, la mayoría de los agresores pertenecen al entorno familiar más cercano.

Según un informe del Grupo de Trabajo contra el Maltrato a las Personas Mayores de la Diputación de Barcelona, el abuso psicológico es el tipo más frecuente, seguido de cerca por el económico, la negligencia y el abuso físico. Esta información fue divulgada en un comunicado de prensa este viernes.

Los datos revelan que los servicios sociales municipales son responsables de identificar el 40% de estos casos, mientras que los servicios de salud contribuyeron con un 15,2%. Además, tanto las propias víctimas como el servicio de teleasistencia reportaron el 12,5% de los incidentes, y las familias detectaron el 7,6% restante.

El estudio también muestra que un abrumador 94% de las personas mayores que sufren maltrato cuentan con ingresos, y el 89,6% reside en compañía, de las cuales una de cada dos vive con sus hijos. De los 722 casos registrados, un alarmante 34,2% presenta algún grado de deterioro cognitivo.

Creado en 2011, el grupo de trabajo implementó un protocolo de intervención en 2016 para abordar los riesgos de maltrato a través del Servicio Local de Teleasistencia (SLT). Este servicio identificó el año pasado 290 casos con un riesgo elevado, lo que representa el 40% del total.

Además, se recibieron 480 llamadas de emergencia relacionadas con situaciones de violencia o conflicto, y el 90% de las personas en riesgo aceptaron asistencia del SLT. Desde 2016, se han evaluado en total 3.640 situaciones potenciales de maltrato.

La Diputación de Barcelona aprovecha esta oportunidad para recordar que el próximo domingo 15 de junio se celebrará el Día Mundial contra el Maltrato a las Personas Mayores, un problema que, según la Organización Mundial de la Salud, representa la tercera forma más común de discriminación, detrás del racismo y el sexismo.